El arte siempre intenta la sorpresa, y desde los años 60, se ha intentado aún más sorprender y despertar los sentidos y las emociones de un espectador cada vez más estupefacto ante todo lo que le rodea.
Desde el gran Duchamp a Kaprow, Klein y Oldenburg el arte ha recorrido tanto camino para comunicar y producir asombro, que haciendo un paralelismo, es tan rápida y variable su evolución como la de U. Bolt.
En ese camino, en ocasiones se ha perdido sensibilidad a favor del impacto visual o conceptual, sin embargo, la sutileza en un artista se expresa al proporcionar a un espacio concreto una dimensión más trascendente. En la praxis del artista la instalación debe ser un hecho conceptual que transmita esa sutileza del hecho artístico al espectador.
Cobo Calderón, continuador de una gran saga de creadores, consigue en La Casona de Reinosa, un diálogo entre las formas arquitectónicas propias de la arquitectura barroca y sus dos instalaciones, adecuadas a los lugares en los que el artista las ha dispuesto, como claves para reproducir su obra.
La Pietà, en el corredor central de la planta baja del centro cultural, donde se encuentra la biblioteca, ya nos sugiere poderosamente la impactante línea de fuga que desde la entrada, conduce a esa escultura de talla clásica, que representa todo lo que anteriormente significaba iconológicamente la Madre con el hijo muerto, dando al conjunto una nueva visión, ya que la madre, la que cuida, ahora lleva una pantalla de protección, ¿frente a quién? ¿A los virus? ¿A la propia muerte?
Desde esta mirada clásica, solitaria y desolada, el espectador curioso, encontrará en las escaleras magnas del edificio, una nueva figura, que encorvada sobre sí misma, está creando y esparciendo frenéticamente obras por el piso y los peldaños. Hay algo de Muñoz en ello, algo de la inquietud que produce no saber qué hacer ante ese aparente caos creativo que la escultura anónima, y casi escondida al pie de la escalera, está produciendo.
Cobo posee la gran facultad de transmitir un sentimiento de empatía hacia sus personajes, sus obras. Cabe recordar o incluso revisitar Los Raqueros, en la bahía santanderina, para apreciar esa sensación, esa sensibilidad tan sutil que el escultor traspasa a sus figuras y su concepto del hecho escultórico, también lo podemos apreciar en esas lánguidas y pérdidas figuras que representan el incendio de Santander.
José Cobo ha creado un escenario en Reinosa que nos hace reflexionar, y entre las ideas o impresiones que nos produce, se puede destacar una reflexión sobre el valor que tiene el asombro en el arte y el significado del que le dota el autor con su singularidad, que no es otra que esta sutil instalación inmersa en lo cotidiano que nos sorprende, nos conmueve y nos permite adentrarnos en ese universo simbólico y pensar en lo que conlleva el arte y los nuevos senderos abiertos en su historia.
Los reinosanos y los visitantes, ahora, tienen la ocasión de apreciar dos hechos artísticos, la arquitectura barroca de La Casona y la interesante instalación de José Cobo que nos traslada el misterio del creador y la intensidad del dolor, sentimientos tan universales como el propio arte.
Como escribió A. Danto: "Aquello que convierte a un objeto en obra de arte es algo externo a él."
La exposición de escultura de José Cobo se podrá contemplar hasta el 31 de julio en La Casona de Reinosa. De lunes a sábado de 11.00 a 14.00 y de 18.30 a 21.00 h. Domingos: de 12.00 a 14.30 h.
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