El Castillo de Argüeso, la fortaleza medieval de la Hermandad de Campoo de Suso, celebra este verano sus 40 años como Bien de Interés Cultural (BIC), una figura de protección que este conjunto recibió en 1983, cinco años antes de que se iniciaran las obras para su reconstrucción, acometidas por la familia Sobaler sobre piedra y madera noble y que precisamente este verano celebran su propia efeméride, la de los 35 años.
Aunque las puertas del Castillo de Argüeso se volvería a abrir en agosto de 1999, no sería hasta 2003, con presencia del entonces consejero de Cultura, José Antonio Cagigas, cuando se inaugurasen oficialmente los trabajos de reconstrucción.
Y si fueran pocas las fechas, en estos meses se cumplen también 61 años de la propiedad de la fortaleza por parte del Ayuntamiento de la Hermandad de Campoo de Suso, desde que se lo donara su última propietaria, Teresa Rábago García. Un año más tarde, por el entonces Ministerio de Información y Turismo se elaboró un estudio de viabilidad, para convertir la fortaleza en un Parador Nacional de Turismo de tamaño reducido, sólo once habitaciones, pero la iniciativa no prosperó. Cómo tampoco prosperó, hace ahora veinte años, la adjudicación de explotación para la instalación de un mesón medieval en una de las salas del castillo.
Con todo, han sido miles y miles las personas que se han acercado desde 1999 a Argüeso para conocer el castillo, uno de los principales focos culturales de la comarca campurriana, siendo sede de exposiciones temporales, conciertos, jornadas de recreación histórica, cursos y bodas civiles.
El conjunto arquitectónico
A finales del siglo XIII comenzó la construcción de la torre sur sobre la antigua ermita de San Vicente. Poco después, ya en el siglo XIV, se construirá la torre norte, de carácter más defensivo y girada en su orientación con respecto a la primera, tanto para que no se anularan las vistas mutuamente, como para adaptarla a la topografía irregular del terreno.
Tanto la muralla como el cuerpo central que une ambas torres, son ya del siglo XV. Este último consta de arcos ojivales, ventanas conopiales y matacanes cuya finalidad era defender los puntos más vulnerables del castillo: sus puertas. Los matacanes son balcones de piedra en cuya base poseen dos orificios a través de los cuales los habitantes del castillo arrojaban sustancias ardientes (grasas, brea, resinas) o armas arrojadizas (flechas, dardos, piedras).
El cementerio está formado por unas 10 tumbas, todas ellas localizadas mediante prospecciones arqueológicas. Así, una de ellas, exhumada en 1988, indica el tipo de enterramiento: se trata de tumbas de lajas, con forma de cista, propias de esta época de repoblación.